Canas y sal

Soy la sal.
Soy la luz que brilla cuando entra por la ventana.
Soy agua que corre pero que no te atreves a beber.
Soy la tierra reseca que el camino maltrató.
Soy el fuego que arde a saltos y brincos y chisporrotea en el fogón.

Esa soy yo.

Por mi han pasado las años, los amores, los desamores.
Por mí han pasado los albores, las ilusiones, las desiluciones.
Por mí han caido las lágrimas, los años, las caricias, los abrazos.

Soy la juventud marchita y la madurez plena.
Soy la infancia tardía y la senectud abreviada.
Soy una pausa en medio del trayecto.
Soy los sopores de la angustia.
Y soy la calma del meandro.

Soy yo. Sin saber todo lo que significa ser yo.

Me ha tocado lidiar con mis pies de niña rica
Y mis manos inquietas de vitralista.
Y mis orejas velludas como melocotón.
Y mi nariz de duelo en teatro.
Y mi boca imprudente y tímida.

Me ha tocado descubrir que tengo la adaptabilidad de una araña
Y la persistencia de un topo.
La terquedad de un cerdo.
Y la simpatía de una mariposa.

Sin embargo, no soy más animal que el que puedo ser.
Ni menos.

Soy yo.
Sin saber todo lo que eso significa.
Sin poder entender lo que eso significa.
Sin saber qué hacer con lo que eso significa.

Sólo lamento lo que no he hecho,
Que a fuerza de tanto vivido, siempre lo olvido.
Sólo admiro lo que he dejado,
Ahora que entiendo que soy lo que me ha pasado.

Toco a otros, rezumo vida.
Eso dicen, eso sienten.
Y yo, de mí sé tan poca cosa...

Debe ser por esta presbicia que me come el alma.
Y este bastón que tuve que aprender a usar.
Y estos pies cansados de dar tumbos y vueltas.
Y estas canas, mías, que no quiero entregar.

Y sigo siendo sal, luz, agua, tierra, fuego y yo.
Y sigo sin saber qué hacer con lo que soy.