Vienna propone en su blog un ejercicio que me pareció simpatiquísimo: por una semana, cada mañana, escribir 3 páginas de lo que sea. Como sea. Luego de la semana, detectar un tema recurrente, inventar unos personajes y escribir una historia.
Hoy es el segundo día mi semana. Los invito a hacer el ejercicio. Si quieren saber más, o quieren hacer otro ejercicio, vayan a su blog!
Paginas matinales. Dia dos
Mis días hermosos tienen que ser los domingos. Domingos de dormir hasta la hora que me provoque... no más allá de las 9 am. Y con mucha música clásica. Lo mío son los rusos, los atormentados, los apasionados, los intensos... Shostakovich, Tchaikovski, Beethoven, Dvorak y sus sonatas de piano, Brahms y su danza húngara, Vivaldi ciertamente.
Y bailar, bailar, como un tulipán al viento primaveral. Bailar hasta caer cansada de contento, con los pies queriendo bailar. No, nunca estudié danza. No, jamás estudié ballet. Bailo como me nace, me estiro, me lanzo al cielo, vuelo entre las paredes de mi casa, arranco el polvo de la lámpara en un giro imposible para los que no nacieron con alas, disuado a cualquier bicho volador de competir conmigo, me estiro hasta recoger mi sombra y me dejo llevar por lo que la música me diga, con los ojos cerrados y los muebles sin arrinconar, todo mientras el desayuno me mira o se prepara.
Suelen ser días de cereales con leche, de dejarlos remojar hasta reblandecer un poco, mientras bailo como hoja de abedul en otoño. O de desayunos copiosos, completos, de sentarse, de lavar cacharros y ollas, de una hora entre el inicio de la preparación y el final de mi ingesta.
Son días hermosos. Días de faldas y/o vestidos, de sandalias y pies descubiertos. De cabellos despeinados, arreglados por la almohada, el viento y su criterio personal. Yo les cuido con tratamientos capilares y ellos que se las arreglen de ahí en más.
Mis días hermosos son días de hedonismo, de gustos pequeños y tontos. De inciensos por la casa, de velas por gusto y para favorecer la creatividad y la buena vibra de mi vida casera. Son días de baños cortos, si me provocan, al final de la tarde, de cremitas por todo el cuerpo, de juegos sin fin con mi gato, de visitar a alguien si acaso me provoca. De dejar que la brisa, hoy mejor que nunca en la semana, me sople al rostro y me traiga olores y complicidades que no conozco los otros días de la semana.
Soy de poco salir, suelo preferir quedarme en casa. Mi casa es el sitio donde, en la despensa, duerme una marmota gris de vida discreta y gustos mieleros innegables. Y también, pero ahora en el baño, se esconde un pequeño ratón de bigotes plateados y lomo dorado que roe incesantemente las revistas que se han incrustado en el mueble al lado del lavamanos. El es también un literato, supongo.
Los domingos no son mis días de limpieza ni de reunirme en masas. Limpié el viernes u otro día, me reuní ayer o anteriormente. Hoy me olvido qué será de mañana y qué haré el miércoles. No entiendo ya por qué la gente se preocupa el lunes por el domingo y siempre en las encuestas sale como el día más estresante de la semana el día domingo... pues todo el mundo sabe que es el último día para descansar y disfrutar antes de empezar a trabajar.
Y será que mi trabajo es, para mí, un gusto enorme, una satisfacción, un regalo de la vida, que lo tengo tan flexible como lo quiero y tan retador como me provoque. Tan organizado como lo decida y tan expansivo como necesite. Será por eso que no me inquieta que sea lunes, que no me emociona tampoco que sea lunes, que no deteste que sea lunes y que no anhele que sea lunes... me es indifirente. Tanto como si comer arroz o pasta en el almuerzo. Si es rico, está bien.
Acabo de descubrir que esta pieza que tanto me gusta es de Dvorak... qué lindo saberlo así de intenso, Sr Dvorak!
Sí, los domingos son mis días de intensidad, de todos los placeres juntos, de comer más o menos rico, o tan ricamente como me dejen las ganas con que me apetezca cocinar, que no siempre es lo mismo. De comer a la hora que quiera, si quiero. No tengo complejos ni problemas de peso, soy una artista arrebatada que baila, pinta y canta los domingos y no se preocupa mucho por las formalidades de horarios y rituales alimenticios.
Sería un violín o un cello, más que una guitarr, un domingo. Sería un cello generoso de melodías, generoso de recursos, de colores, de voces, de singulares, sin plurales sino muchos singulares. Sería un violín generoso de agudos. Veloz, regalón de ligerezas. Sería un violín de naranjas y azules, de allegros sin moderatos, de prestissimos, de tocatas in fuga. Sería un instrumento de cuerda, como me gusta ser los martes y también los viernes, o los jueves en la tarde. Pero sería más exclusivo, más amplio, más mío que nunca.
Los domingos son mis días hermosos porque me remojo en agua la cara al levantarme, como tdos los días, y sé que todo lo que haga sólo puede salir bien. Aunque sea el caso que todo me salga mal, sé que sólo me podra salir bien porque no es día de exigirme, reprocharme o endilgarme ningún reproche. Son lso días de mariposa de colores, donde sonrío sin mesura, donde hasta las malas noticias son vistas con benevolencia y moderación. Pero es que son tan hermosos los domingos para mí que, desde que los veo así, nunca he recibido malas noticias en este día. Es como si me catapultara a otro mundo y la gente sintiera que estoy más allá de la levedad del ser y la banalidad del mundo. Eso supongo yo, infiero yo. Pero no me gusta hacer inferencias ni suposiciones en cantidad ni de peso: uno siempre puede equivocarse.
Equivocarse, equívoco, equipo, equino, esquivo, esquí, equis... aprendí a jugar con las palabras en los chats con un cierto lindo que también considera a los domingos sus días hermosos... pero para él son principalmente momentos de disfrutarse la casa a solas y leer y fumar porros a satisfacción. El, no lo sé, puede equivocarse en su elección de placeres pero no es un equívoco en mi vida, ciertamente no es ningún equipo útil para nada, no lo siento afin a los equinos, a veces es muy esquivo (cosas de su profesión) y no sé qué piense del esquí. Ciertamente, si estuviera aquí, no sería un domingo hermoso tan equis porque, probablemente, lo intuyo así (me siento más cómoda con las intuiciones), habría abandonado su rutina de lectura, su pasión por el porrito matinal y me habría disuadido de bailar como tulipán primaveral entre sus brazos y sus suspiros, mientras él tiembla como hoja de abedúl en otoño y se estremece como la marmota de mi alacena cuando suspira satisfecha con la mucha miel que comió.
Lo hermoso de ese domingo hermoso es que seguiríamos abstraidos de la levedad del ser, ausentes del mundanal ruido, sin cantar nada y entonando las melodías más hermosas que le logre arrancar con mis manos de violinista a él, desde el cuello de sus rizos menudos hasta su vientre de cuerdas tensas mientras mis piernas de cellista se encargarían de hacerle sentir querido, protegido, oprimido, negado, morado y loado. Sé que no me calificaría de intensa porque él es intenso. Sé que no me juzgaría porque le divierte y se disfruta mi florecer. Sé que no me diría nada, pero lo explicaría todo si le pregunto mucho. Sé que sería él mismo un domingo hermoso, con un desayuno copioso en besos, cargado de tientos, de muchos abrazos para ocuparse de ellos en un instante, de ausencia de reproches porque hasta lo menos perfecto sería como sus labios: hermoso.
Bailo ahora una danza tribal que canta Loreena McKennit. All Souls Night. Entre los tambores y las nervaduras de las flores que nacen de su voz, sintiéndome un violín listo para ser pulsado, pensando en todas las cosas hermosas que este día hermoso me tiene reservadas, con mis piernas de cellista preparadas para la carrera en pos de todos mis sueños, juego con palabras que tejo en una crineja que lanzo al viento.
Espero con esto que todo se catapulte lejos de la realidad, más allá del mundanal ruido, en lo alto de las revistas donde ese lindo durmiente, el de los rizos en la nuca y los ojos de sueños hechiceros, yace durmiendo su pasión literaria. Espero que las suaves llamas de mis velas lo harán despertar para, usando la crineja que le he lanzado, llegar a rescatarme de mi propio mundo de bailes paganos, en esa noche en que todas las canciones paganas confluyen para salvar a todas las almas, en esa noche que para mí es cada hermoso preludio a cada uno de mis días hermosos.
3 comentarios:
Que lindo! :O
La verdad te confieso que nunca me han gustado del todo los domingos, claro a menos que llueva y esté sola en casa.
De resto son días de mercado, de familia, de estudio, de salidas.Nunca llego a descansar del todo, por eso creo que nunca me han agradado del todo.
Pero Lulu, por como me los pintas en este hermoso post me han entrado ganas de que sea domingo y ya verás..quizás me comiencen a gustar ;) jejeje!
Aunque si hablamos de días de paz, los míos más preciados terminan siendo los miércoles ¿Curioso no? Jejeje
Besitos y un saludo Enorme :)
Lulu! Que lindo! Que bella descripción de tus domingos, em encantó, me atrpó, me mató! Me provocó estar espiándote en uno de esos domingos, oyendo de lejos tu música, viendo tus bailes, riendo con tus sonrisas!
Un abrazo! Perdóname lo desaparecido, pero no te imaginas lo ocupado (s) que he (mos) estado.
Alessandra: Disfrútate tus miércoles entonces! :D
Privilegiada tú que tienes el oasis personal de tu vida en medio de la agitada semana! ;)
Pero los hay que no tienen ningún oasis, ningún día. Es triste, no?
Besitos y un saludote! ;)
Sr Gustavo: Ah! Los espías son bienvenidos: si no los veo, igual sigo bailando! ;)
Un abrazo y disfrute, disfrute las miles de razones para haber estado así de desaparecido. Se le quiere un montón igualiiiiito! :D
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