Horrores... así me dijiste.
Así entendí yo, al menos.
Que te gustaría abrazarme. O haberme abrazado. Especialmente cuando todo se te hacía demasiado.
¿Y qué puede ser, sino una inmensa carencia, la que te haga querer abrazar a alguien para encontrar un rayito de luz, un solaz en medio de todo el agitamiento en que te hallas?
¿Qué, sino esa nostalgia que te entra por sentirte cercano a alguien que no te acompaña en ese momento?
Nostalgia como la que me entra ahora que acabo de darme cuenta de lo que has debido sentir y lo mucho que me hubiera gustado poder estar allí para simplemente darte aire, darte fuerza, darte ánimos. Para, a sabiendas de ser menos que muchos supuestos tuyos y más que muchas afirmaciones mías, sin mayor excusa y sin ninguna explicación, contener todas tus angustias y reforzar tus alegrías con un abrazo y una palmadita, con una mirada y una sonrisa.
Te extraño, ahora que sé lo que significa que tú me extrañas a mí...
Acordes de realidad acompasados por la fantasía. De un tango a una balada, acá paseamos por lo posible y lo improbable...
27 may 2010
25 may 2010
Ausencia

Se me escapan los minutos entre los dedos.
La indolencia me alberga nada más llegar a mi casa.
Se me cuelan los días, se me amontonan, se me acumulan, como los pendientes por resolver en mi vida doméstica.
La rutina laboral se me hace agotadora por los seis días que me ocupa y el único que me deja para no descansar.
Río pensando en proyectos nuevos, me aterro pensando en lapsos que se me vencen, me preocupan retos que me impuse sin que nadie me los exigiera.
Sigo dejándome llevar por lo que el cuerpo me pida a cada momento, procurando cuidarlo y mantenerlo de la mejor forma que puedo.
Y a ratos le dejo rienda suelta a la creatividad y el arte... aunque muchos proyectos los tengo varados y al margen.
Disculpame, estoy en una de mis ausencias...
19 may 2010
Carta a Emiliana y Sonia
Querida Emiliana,
A veces te siento como si estuvieras a mi lado. Quería decirte eso, me provocó empezar por allí. Dirás que estoy loca, pero nunca nos escribimos largas cartas. Ni cortas tampoco. No nos escribimos. Y tú siempre te quejas porque yo no te cuento "nada de nada". Se te leen claramente los dos sentidos (diferenciados) de cada uno de los "nada" que utilizan en una frase que, para tí, es "hecha", así desde siempre. Así que decidí empezar por ahí, empezar así. Y quería decirte que, a veces, te siento como si estuvieras a mi lado.
Hoy me pasó, por ejemplo, cuando venía manejando el carro. Y en el tráfico te oía decir "ya se hizo de noche, si algo te llegara a pasar en ese carro tuyo que siempre falla y cuando no tiene una cosa tiene otra... ya deberías estar en casa, no?". Pero, en realidad, ni estabas detrás de mí ni en el asiento del copiloto: sólo estabas en mis oidos cerebrales, esos que recuerdan frases enteras de las cosas que me dices, así como tú recuerdas lo que te da la gana de lo que yo te digo. ¿Será por eso que tengo la capacidad de recordar palabras y frases enteras? Me ví forzada a recordar lo que ambas decíamos desde muy pequeña porque tú tenías otras cosas en qué pensar (cosas hermosas, inquietantes, azarosas, muchas, etc)y nunca oías muy bien nada de lo que yo te decía, concentrada como estabas en tus cosas. O escuchabas lo que te provocaba y lo demás lo desechabas. No lo sé. Digo que no sé ni cómo oías ni si eso de recordar todo, siempre, me hizo tener la memoria auditiva que tengo.
Siempre me miras en silencio. No sé qué pasa por tu cabeza pero pareces atesorar, como máquina fotográfica, instante a instante de nuestros encuentros. Yo me alimento de nuestros silencios. Tú de nuestros pestañeos, sonrisas, silencios. Las dos, de lo que compartimos mientras nos vemos, nos sentimos cerca y nos sonreimos. Esos dichos que no se enuncian entre las personas que se conocen mucho, que se extrañan tanto, que se saben perfectamente independientes de la otra persona pero tan atadas a la vez...
Quería escribirte sólo para decirte que a veces te siento como si estuvieras a mi lado, cuando en realidad no estás aquí. Eso es todo. Nada más. Que para decirlo habría podido contártelo y no escribírtelo, pero hubiera interrumpido el próximo rato de encantador silencio dialogado que compartamos.
Ahora sí lo sabes. No puedes decir que no te digo nada de nada. Y pretendo escribirte de aquí en más. A veces, no te ilusiones. Que nosotras no somos de escribirnos ni largo ni corto, ni mucho ni poco, sino de recordarnos internamente que es bueno escribir a la otra. De reprocharnos internamente que no hemos escrito a la otra y de sonreir cada vez que nuestros pensamientos versan sobre la otra.
Te quiero mucho, te mando un abrazote gigante!
L.
PS: Salúdame a Sonia. Ella a veces me parece tan antítesis mía que no puedo evitar sentir que, de alguna manera, nos parecemos demasiado y, sólo por eso, a veces nos irritamos mútuamente. ¡Pero la quiero tanto!
A veces te siento como si estuvieras a mi lado. Quería decirte eso, me provocó empezar por allí. Dirás que estoy loca, pero nunca nos escribimos largas cartas. Ni cortas tampoco. No nos escribimos. Y tú siempre te quejas porque yo no te cuento "nada de nada". Se te leen claramente los dos sentidos (diferenciados) de cada uno de los "nada" que utilizan en una frase que, para tí, es "hecha", así desde siempre. Así que decidí empezar por ahí, empezar así. Y quería decirte que, a veces, te siento como si estuvieras a mi lado.
Hoy me pasó, por ejemplo, cuando venía manejando el carro. Y en el tráfico te oía decir "ya se hizo de noche, si algo te llegara a pasar en ese carro tuyo que siempre falla y cuando no tiene una cosa tiene otra... ya deberías estar en casa, no?". Pero, en realidad, ni estabas detrás de mí ni en el asiento del copiloto: sólo estabas en mis oidos cerebrales, esos que recuerdan frases enteras de las cosas que me dices, así como tú recuerdas lo que te da la gana de lo que yo te digo. ¿Será por eso que tengo la capacidad de recordar palabras y frases enteras? Me ví forzada a recordar lo que ambas decíamos desde muy pequeña porque tú tenías otras cosas en qué pensar (cosas hermosas, inquietantes, azarosas, muchas, etc)y nunca oías muy bien nada de lo que yo te decía, concentrada como estabas en tus cosas. O escuchabas lo que te provocaba y lo demás lo desechabas. No lo sé. Digo que no sé ni cómo oías ni si eso de recordar todo, siempre, me hizo tener la memoria auditiva que tengo.
Siempre me miras en silencio. No sé qué pasa por tu cabeza pero pareces atesorar, como máquina fotográfica, instante a instante de nuestros encuentros. Yo me alimento de nuestros silencios. Tú de nuestros pestañeos, sonrisas, silencios. Las dos, de lo que compartimos mientras nos vemos, nos sentimos cerca y nos sonreimos. Esos dichos que no se enuncian entre las personas que se conocen mucho, que se extrañan tanto, que se saben perfectamente independientes de la otra persona pero tan atadas a la vez...
Quería escribirte sólo para decirte que a veces te siento como si estuvieras a mi lado, cuando en realidad no estás aquí. Eso es todo. Nada más. Que para decirlo habría podido contártelo y no escribírtelo, pero hubiera interrumpido el próximo rato de encantador silencio dialogado que compartamos.
Ahora sí lo sabes. No puedes decir que no te digo nada de nada. Y pretendo escribirte de aquí en más. A veces, no te ilusiones. Que nosotras no somos de escribirnos ni largo ni corto, ni mucho ni poco, sino de recordarnos internamente que es bueno escribir a la otra. De reprocharnos internamente que no hemos escrito a la otra y de sonreir cada vez que nuestros pensamientos versan sobre la otra.
Te quiero mucho, te mando un abrazote gigante!
L.
PS: Salúdame a Sonia. Ella a veces me parece tan antítesis mía que no puedo evitar sentir que, de alguna manera, nos parecemos demasiado y, sólo por eso, a veces nos irritamos mútuamente. ¡Pero la quiero tanto!
16 may 2010
Notas de baile
A Puccini lo asocio con el verde.
A Ravel con el naranja.
Tchaikovsky es azul.
Haëndel, para mí, tiene doraduras.
Chopin es de violeta y el rojo es asunto que sólo sabe lucir Beethoven, aún en sus obras más depresivas.
Para mí, la música es asunto de los oidos y las emociones.
Siento que las palabras son asunto de la boca y el corazón.
Pero para un bailarín, es asunto de músculos, tendones y huesos todo lo que la música, las palabras, los colores y los sentimientos nos hayan de decir.
Y son tan sinceros que hasta sus miedos se entreven en las costuras del personaje que interpretan.
Pero, al final, de la obra que es un baile, sólo nos quedan pinceladas y detalles que nos iluminan la vista y nos llenan de colores el corazón.
A Ravel con el naranja.
Tchaikovsky es azul.
Haëndel, para mí, tiene doraduras.
Chopin es de violeta y el rojo es asunto que sólo sabe lucir Beethoven, aún en sus obras más depresivas.
Para mí, la música es asunto de los oidos y las emociones.
Siento que las palabras son asunto de la boca y el corazón.
Pero para un bailarín, es asunto de músculos, tendones y huesos todo lo que la música, las palabras, los colores y los sentimientos nos hayan de decir.
Y son tan sinceros que hasta sus miedos se entreven en las costuras del personaje que interpretan.
Pero, al final, de la obra que es un baile, sólo nos quedan pinceladas y detalles que nos iluminan la vista y nos llenan de colores el corazón.
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Amigos cuando niños
Creo que tú y yo hubiéramos sido amigos de niños.
Sí, buenos amigos.
De esos que, por saber qué tan bueno podía ser, se hubieran dado un beso. Uno de esos besos en los que los labios de uno se apoyan en los del otro, de esos besos. Y sospecho que habríamos concluido que los adultos eran tontos porque esa cosa es mojada, viscosa y sosa.
Así, luego de limpiarnos las bocas con el dorso de la mano y el revés de las camisas, acusándonos mútuamente de tontos, nos habríamos ido a recoger hierba para meterla en cajitas de salsa tabasco y prepararle así una linda casita a los grillos que, entre los dos, habríamos atrapado.
Creo que sí, que de niños hubiéramos sido amigos. Hubiéramos sido "mi mejor amigo".
Sí, buenos amigos.
De esos que, por saber qué tan bueno podía ser, se hubieran dado un beso. Uno de esos besos en los que los labios de uno se apoyan en los del otro, de esos besos. Y sospecho que habríamos concluido que los adultos eran tontos porque esa cosa es mojada, viscosa y sosa.
Así, luego de limpiarnos las bocas con el dorso de la mano y el revés de las camisas, acusándonos mútuamente de tontos, nos habríamos ido a recoger hierba para meterla en cajitas de salsa tabasco y prepararle así una linda casita a los grillos que, entre los dos, habríamos atrapado.
Creo que sí, que de niños hubiéramos sido amigos. Hubiéramos sido "mi mejor amigo".
15 may 2010
Fonte de mel
Nos olhos de gueixa
Kabuki, máscara
Choque entre o azul
E o cacho de acácias
Luz das acácias
Você é mãe do sol
A sua coisa é toda tão certa
Beleza esperta
Você me deixa a rua deserta
Quando atravessa
E não olha pra trás
Linda
E sabe viver
Você me faz feliz
Esta canção é só pra dizer
E diz
Você é linda
Mais que demais
Vocé é linda sim
Onda do mar do amor
Que bateu em mim
Você é forte
Dentes e músculos
Peitos e lábios
Você é forte
Letras e músicas
Todas as músicas
Que ainda hei de ouvir
No Abaeté
Areias e estrelas
Não são mais belas
Do que você
Mulher das estrelas
Mina de estrelas
Diga o que você quer
Você é linda
E sabe viver
Você me faz feliz
Esta canção é só pra dizer
E diz
Você é linda
Mais que demais
Você é linda sim
Onda do mar do amor
Que bateu em mim
Gosto de ver
Você no seu ritmo
Dona do carnaval
Gosto de ter
Sentir seu estilo
Ir no seu íntimo
Nunca me faça mal
Linda
Mais que demais
Você é linda sim
Onda do mar do amor
Que bateu em mim
Você é linda
E sabe viver
Você me faz feliz
Esta canção é só pra dizer
E diz
Caetano Veloso
Você é linda
Fuente de miel, en los ojos de geisha
Kabuki, máscara,
Choque entre el azul y una cornucopia de acacias.
Luz de las acacias.
Eres madre del sol.
Todo lo tuyo es tan cierto.
Belleza experta.
Me dejas la calle vacía, cuando atraviesas y no volteas a mirar.
Coro:
Linda, y sabes vivir.
Me haces feliz.
Esta canción sólo es para decir, y dice,
Eres linda, más que las demás.
Eres linda, sí.
Ola de mar del amor que choca en mí.
Eres fuerte.
Dientes y músculos
Pechos y labios.
Eres fuerte.
Letras y músicas
Todas las músicas
que haya de escuchar.
En la Abaeté
las renas y estrellas no son más bellas
de lo que eres tú.
Mujer de estrellas
....... de estrellas
Dime lo que quieres.
(Coro)
Me gusta verte,
A tí en tu ritmo,
mujer del carnaval.
Me gusta tener,
sentir tu estilo
Ir a lo más íntimo de tí
nunca me hizo daño.
(Coro)
Caetano Veloso
Você é linda
Nos olhos de gueixa
Kabuki, máscara
Choque entre o azul
E o cacho de acácias
Luz das acácias
Você é mãe do sol
A sua coisa é toda tão certa
Beleza esperta
Você me deixa a rua deserta
Quando atravessa
E não olha pra trás
Linda
E sabe viver
Você me faz feliz
Esta canção é só pra dizer
E diz
Você é linda
Mais que demais
Vocé é linda sim
Onda do mar do amor
Que bateu em mim
Você é forte
Dentes e músculos
Peitos e lábios
Você é forte
Letras e músicas
Todas as músicas
Que ainda hei de ouvir
No Abaeté
Areias e estrelas
Não são mais belas
Do que você
Mulher das estrelas
Mina de estrelas
Diga o que você quer
Você é linda
E sabe viver
Você me faz feliz
Esta canção é só pra dizer
E diz
Você é linda
Mais que demais
Você é linda sim
Onda do mar do amor
Que bateu em mim
Gosto de ver
Você no seu ritmo
Dona do carnaval
Gosto de ter
Sentir seu estilo
Ir no seu íntimo
Nunca me faça mal
Linda
Mais que demais
Você é linda sim
Onda do mar do amor
Que bateu em mim
Você é linda
E sabe viver
Você me faz feliz
Esta canção é só pra dizer
E diz
Caetano Veloso
Você é linda
Fuente de miel, en los ojos de geisha
Kabuki, máscara,
Choque entre el azul y una cornucopia de acacias.
Luz de las acacias.
Eres madre del sol.
Todo lo tuyo es tan cierto.
Belleza experta.
Me dejas la calle vacía, cuando atraviesas y no volteas a mirar.
Coro:
Linda, y sabes vivir.
Me haces feliz.
Esta canción sólo es para decir, y dice,
Eres linda, más que las demás.
Eres linda, sí.
Ola de mar del amor que choca en mí.
Eres fuerte.
Dientes y músculos
Pechos y labios.
Eres fuerte.
Letras y músicas
Todas las músicas
que haya de escuchar.
En la Abaeté
las renas y estrellas no son más bellas
de lo que eres tú.
Mujer de estrellas
....... de estrellas
Dime lo que quieres.
(Coro)
Me gusta verte,
A tí en tu ritmo,
mujer del carnaval.
Me gusta tener,
sentir tu estilo
Ir a lo más íntimo de tí
nunca me hizo daño.
(Coro)
Caetano Veloso
Você é linda
14 may 2010
Te dejo una nube de besos
Quisiera pintar tu rutina con terciopelos azules y amarillos de naranjas rezumantes de dulzura.
Con dedos de briznas, quisiera puntillear en tu piel y dejar una estela perfumada para reconocerla al abrazarte.
Quisiera calentar tus sonrisas cada vez que algo te perturbe, o te moleste, con unas llamaradas de rojos.
Con verdes quiero trenzar todas tus angustias para llenarte de esperanzas y calma.
Quisiera, con cordeles, atar a tu cintura a la mía y escuchar tu voz cantarina musitar al ritmo del crepitar de tus fuegos.
Con rios de leche quiero bañar tu piel y sujetarte fuerte a la vida mientras me dejo fluir entre tus manos y tus palabras de amor.
Pero como no te tengo aquí, conmigo, te dejo una nube de besos para recordarte que sigo oliendo a tí.
Con dedos de briznas, quisiera puntillear en tu piel y dejar una estela perfumada para reconocerla al abrazarte.
Quisiera calentar tus sonrisas cada vez que algo te perturbe, o te moleste, con unas llamaradas de rojos.
Con verdes quiero trenzar todas tus angustias para llenarte de esperanzas y calma.
Quisiera, con cordeles, atar a tu cintura a la mía y escuchar tu voz cantarina musitar al ritmo del crepitar de tus fuegos.
Con rios de leche quiero bañar tu piel y sujetarte fuerte a la vida mientras me dejo fluir entre tus manos y tus palabras de amor.
Pero como no te tengo aquí, conmigo, te dejo una nube de besos para recordarte que sigo oliendo a tí.
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Nos olhos de gueixa
Kabuki, máscara
Choque entre o azul
E o cacho de acácias
Luz das acácias
Você é mãe do sol
A sua coisa é toda tão certa
Beleza esperta
Você me deixa a rua deserta
Quando atravessa
E não olha pra trás
Linda
E sabe viver
Você me faz feliz
Esta canção é só pra dizer
E diz
Você é linda
Mais que demais
Vocé é linda sim
Onda do mar do amor
Que bateu em mim
Você é forte
Dentes e músculos
Peitos e lábios
Você é forte
Letras e músicas
Todas as músicas
Que ainda hei de ouvir
No Abaeté
Areias e estrelas
Não são mais belas
Do que você
Mulher das estrelas
Mina de estrelas
Diga o que você quer
Você é linda
E sabe viver
Você me faz feliz
Esta canção é só pra dizer
E diz
Você é linda
Mais que demais
Você é linda sim
Onda do mar do amor
Que bateu em mim
Gosto de ver
Você no seu ritmo
Dona do carnaval
Gosto de ter
Sentir seu estilo
Ir no seu íntimo
Nunca me faça mal
Linda
Mais que demais
Você é linda sim
Onda do mar do amor
Que bateu em mim
Você é linda
E sabe viver
Você me faz feliz
Esta canção é só pra dizer
E diz...
... Você é linda.
Você É Linda
Caetano Veloso
Nos olhos de gueixa
Kabuki, máscara
Choque entre o azul
E o cacho de acácias
Luz das acácias
Você é mãe do sol
A sua coisa é toda tão certa
Beleza esperta
Você me deixa a rua deserta
Quando atravessa
E não olha pra trás
Linda
E sabe viver
Você me faz feliz
Esta canção é só pra dizer
E diz
Você é linda
Mais que demais
Vocé é linda sim
Onda do mar do amor
Que bateu em mim
Você é forte
Dentes e músculos
Peitos e lábios
Você é forte
Letras e músicas
Todas as músicas
Que ainda hei de ouvir
No Abaeté
Areias e estrelas
Não são mais belas
Do que você
Mulher das estrelas
Mina de estrelas
Diga o que você quer
Você é linda
E sabe viver
Você me faz feliz
Esta canção é só pra dizer
E diz
Você é linda
Mais que demais
Você é linda sim
Onda do mar do amor
Que bateu em mim
Gosto de ver
Você no seu ritmo
Dona do carnaval
Gosto de ter
Sentir seu estilo
Ir no seu íntimo
Nunca me faça mal
Linda
Mais que demais
Você é linda sim
Onda do mar do amor
Que bateu em mim
Você é linda
E sabe viver
Você me faz feliz
Esta canção é só pra dizer
E diz...
... Você é linda.
Você É Linda
Caetano Veloso
11 may 2010
La resaca de mi mente
Un momento sereno
desprendido del tiempo
tu mirada de fuego
encendida en mi mar
(...)
Medianoche en mi mente
desde todos los siglos
mediodía en tu alma
que gritaba calor
(...)
Y una música blanca
que volaba en la arena (...)
Así fue nuestro amor. Mocedades.
Querido tú,
A veces las cosas nos caen en el momento en que menos lo pensamos. Cuando menos lo esperamos. Las mejores cosas, quiero decir.
Esta canción me gusta desde siempre. La oía de niña-adolescente y me encantaba.
Hoy, luego de más de seis años sin escucharla, la quise cantar y a saltos lo hice... pero por mucho que lo analice, aún no sé qué me sacó las lágrimas cuando la escuché. y la oí tres veces seguidas ya.
¿Será que, en el fondo, me habla desde el subconsciente? Ese trozo de mí que se conecta con mi alma. Esa que, a ratos, me da bastonazos para llevarme a donde y por donde mejor convenga a los planes que el cielo ha dibujado para mí. ¿Será así?
¿Será que así fue el amor que mejor recuerda mi inconsciente? Ese pedazo de mí que guarda todo en sobres, cajitas y armarios de recuerdos e información de mí ahora, en mis muchas vidas de esta vida, y de los momentos más importantes de las vidas que viví antes.
¿Será que así hemos de ser, amor, cuando por fin nos alcancemos en ese cielo lejano y esa tierra caliente? Porque no me resigno a no tenerte, a no saber de tí: a mí me pusieron a buscarte porque sé que tú también habrás de rastrearme y, nuevamente, nos juntaremos tras tantas búsquedas y tantos hallazgos en distintas formas, en diferentes épocas, en otros cuerpos y esta misma alma que, envejecida y crecida aún no llega a sabia y sigue, neciamente, elevando los ojos al cielo, escuchando, respirando por la piel y sintiendo por la boca las muchas señales que me hagan llegar más cerca de tí... aunque me dé sustos y salte dando respingos.
¿Será así, amor? No sé, francamente, cómo explicar lo que me hace sentir esta canción, como nunca la sentí aunque siempre la amé. Y sí, me puedes dar tu más sincera opinión: sé que a tí mis pavadas del cielo, del alma y mis menudencias espirituales te dan risa cínica. Quizás, en el fondo, hasta te enternecen porque te parezco ingenua.
Pero de esa ingenuidad tengo mares y océanos. Y es ese agua la que lleva la vida que habrá de conseguir calor al fuego del sol, aliento con un soplo de viento, agilidad ante un cielo infinito y correrá por esa tierra cálida que albergará esa casa infinita, ese pedazo de gloria de ese amor que de nosotros fue y a nosotros volverá.
¿Será? Sólo es asunto de tenerle fe, me parece. Si ya fue, ha de volver a ser...
Siempre tuya,
La resaca de mi mente.
desprendido del tiempo
tu mirada de fuego
encendida en mi mar
(...)
Medianoche en mi mente
desde todos los siglos
mediodía en tu alma
que gritaba calor
(...)
Y una música blanca
que volaba en la arena (...)
Así fue nuestro amor. Mocedades.
Querido tú,
A veces las cosas nos caen en el momento en que menos lo pensamos. Cuando menos lo esperamos. Las mejores cosas, quiero decir.
Esta canción me gusta desde siempre. La oía de niña-adolescente y me encantaba.
Hoy, luego de más de seis años sin escucharla, la quise cantar y a saltos lo hice... pero por mucho que lo analice, aún no sé qué me sacó las lágrimas cuando la escuché. y la oí tres veces seguidas ya.
¿Será que, en el fondo, me habla desde el subconsciente? Ese trozo de mí que se conecta con mi alma. Esa que, a ratos, me da bastonazos para llevarme a donde y por donde mejor convenga a los planes que el cielo ha dibujado para mí. ¿Será así?
¿Será que así fue el amor que mejor recuerda mi inconsciente? Ese pedazo de mí que guarda todo en sobres, cajitas y armarios de recuerdos e información de mí ahora, en mis muchas vidas de esta vida, y de los momentos más importantes de las vidas que viví antes.
¿Será que así hemos de ser, amor, cuando por fin nos alcancemos en ese cielo lejano y esa tierra caliente? Porque no me resigno a no tenerte, a no saber de tí: a mí me pusieron a buscarte porque sé que tú también habrás de rastrearme y, nuevamente, nos juntaremos tras tantas búsquedas y tantos hallazgos en distintas formas, en diferentes épocas, en otros cuerpos y esta misma alma que, envejecida y crecida aún no llega a sabia y sigue, neciamente, elevando los ojos al cielo, escuchando, respirando por la piel y sintiendo por la boca las muchas señales que me hagan llegar más cerca de tí... aunque me dé sustos y salte dando respingos.
¿Será así, amor? No sé, francamente, cómo explicar lo que me hace sentir esta canción, como nunca la sentí aunque siempre la amé. Y sí, me puedes dar tu más sincera opinión: sé que a tí mis pavadas del cielo, del alma y mis menudencias espirituales te dan risa cínica. Quizás, en el fondo, hasta te enternecen porque te parezco ingenua.
Pero de esa ingenuidad tengo mares y océanos. Y es ese agua la que lleva la vida que habrá de conseguir calor al fuego del sol, aliento con un soplo de viento, agilidad ante un cielo infinito y correrá por esa tierra cálida que albergará esa casa infinita, ese pedazo de gloria de ese amor que de nosotros fue y a nosotros volverá.
¿Será? Sólo es asunto de tenerle fe, me parece. Si ya fue, ha de volver a ser...
Siempre tuya,
La resaca de mi mente.
10 may 2010
Antes de que te duermas
Antes de que te duermas, ven.
Déjame que te cuente un cuento mientras acaricio tus cabellos. Un cuento de un país enorme donde todos somos unos sapos que viven y bailan en mil lagunas y, aunque croan de formas diferentes, todos lo hacen a la misma luna.
Sí. Y te contaré de esa gran ensenada de agua mansa y ranas lindas donde el sol se pone de vez en cuando porque ya no importa si no hay día: las puras plantas la esconden de la vista y la llenan de vida.
Antes de que te duermas, ven.
Déjame contarte de cuando éramos cisnes perfecto y veníamos a vernos en el lago con los patos alrededor nuestro, espléndidos ellos y pequeños nosotros ante su número y colores.
Antes de que te duermas, ven. Acá te espero para soñar juntos con el atardecer en el que, al ritmo de la lluvia, durante el paso del monzón, veremos el mundo con los imperfectos ojos de los humanos en que nos convertiremos tras comprender que no somos sino eso: imperfectos sapos sin redención artificial de beso alguno.
Déjame que te cuente un cuento mientras acaricio tus cabellos. Un cuento de un país enorme donde todos somos unos sapos que viven y bailan en mil lagunas y, aunque croan de formas diferentes, todos lo hacen a la misma luna.
Sí. Y te contaré de esa gran ensenada de agua mansa y ranas lindas donde el sol se pone de vez en cuando porque ya no importa si no hay día: las puras plantas la esconden de la vista y la llenan de vida.
Antes de que te duermas, ven.
Déjame contarte de cuando éramos cisnes perfecto y veníamos a vernos en el lago con los patos alrededor nuestro, espléndidos ellos y pequeños nosotros ante su número y colores.
Antes de que te duermas, ven. Acá te espero para soñar juntos con el atardecer en el que, al ritmo de la lluvia, durante el paso del monzón, veremos el mundo con los imperfectos ojos de los humanos en que nos convertiremos tras comprender que no somos sino eso: imperfectos sapos sin redención artificial de beso alguno.
7 may 2010
La camisa gris
Siempre creí que era por culpa de la camisa gris. Que cada vez que me la ponía, lloraba. Cosas de mala suerte, cosas de esas que sólo pasan en los cuentos de hadas y con la camisa gris.
Luego le achaqué la mala suerte a la chaqueta azul. Debía ser esa condenada chaquetita que se llevaba con ella mi suerte y la abrigaba en el perchero hasta que me iba de allí. Luego culpé a los zapatos rojos. Y las medias verdes que me parecían horribles pero quedaban hermosas con mi camisola verde con bordaditos azules.
Pero, con el tiempo, me dí cuenta que no era asunto de suerte. Ni de la ropa que usara. Rigoberto me lo dijo al oido un día, mientras lloraba yo otra vez: "es este sitio, no es cosa de suerte, es porque estamos aquí que terminamos llorando".
Claro, a Rigoberto no le hice caso inmediatamente. Una no puede hacerle caso así, a la ligera, a todo lo que oye, en boca de todo el mundo. Y tenía que tener alguna base sólida antes de parecer desquiciada que afirmaba que su oso de peluche decía tal o cual cosa. Puse a evaluación su teoría y allí me dí cuenta que él tenía razón. No podía ser por nada más sino porque estábamos allí. Precisamente allí. Precisamente porque era el sitio de ella. Mi abuela.
Esa mujer que yo había conocido como mi abuela, no podía ser la cosa más anti-abuela que uno se imaginara porque la imaginación mía era tan fértil entonces como son mis sueños de trabajar haciendo algo que me guste mucho, y por lo que encima me paguen una fortuna, ahora. Pero sí, mi abuela era un ser absolutamente anti-abuela.
Abigarrada, excesivamente perfumada, con rizos castaños prendidos con ganchitos casi invisibles para formar bucles perfectos, de sempiternas perlas, uñas largas de colores metalizados pálidos, cigarrillo con boquilla larga, zarcillos pequeñitos, con prendedores que sostenían recuerdos y no pañuelos, de pantalones hechos por ella misma "porque ninguno me ajusta bien" y que siempre terminaba ajustando con elásticas y alfileres a la cintura, mi abuela era un personaje kitsch. Seguramente ha de habérmelo parecido así en la época porque aún la recuerdo así. Y pellizcándome los regordetes cachetes que ostentaba entonces mientras exclamaba con su fétido aliento que ondeaba volutas de humo blanquecino hediondo a tabaco y trementina "¡Mira que cachetotes más grandes tienes! ¡A juego con tus ojos enormes! ¡Y cómo has crecidoooooo!"
De sus miles de manías recuerdo la de salir de la cama, lavarse la cara y, como autómata, empolvarse el rostro, marcarse los rizos a punta de ganchitos y, finalmente, bañarse del perfume que se rociaba con su bombonita manual. Siempre. Aunque sólo fuera para estar en casa. Amén de dejar la cartera en la misma silla del comedor. Y de ordenar, casi compulsivamente, sus lanas en la cestita de labores. Sin olvidar, tampoco, su colección de zapatos.
Pisar su casa era sinónimo de llantos para mí. Se nos vedaba el uso del balcón por riesgo a caernos del octavo piso, así como el sofá y las poltronas de la sala por ser de semicuero blanco y encontrarnos, mi hermana y yo, "sucias". Esa era la palabra para definirnos.
Tras pellizcarme los cachetes, solía despeinarme. Molesta, comenzaba a querer escaparme y empezaban los regaños: "no hagas así que me vas a rayar el parquet. Quítate los zapatos si vas a caminar por la casa. Será mejor que te sientes en esta silla. No, en el juego de sala no porque estás sucia de vaya Dios a saber qué te habrás tropezado por la vida. Deja eso. Sácata las manos de los bolsillos, las niñas lindas no esconden las manos. No, no me importa si traes juguetes en los bolsillos, allí no metes las manos en mi casa y punto. Déjate el cabello, no te sabes peinar. ¡Yo no te despeiné! ¡Deja de quejarte y no te toques más el cabello! No te sientes así, junta las piernas. No, no así, juntitas. No es mi problema si te duelen, deben quedar juntas en mi casa o te hago plantón en la mesa del comedor para que aprendas a mantenerte de pie y derechita con las piernas juntas. No me toques el cenicero que me lo vas a quebrar..."
Eran horas de gran tensión. Fueran dos o cinco, eran horas de gran tensión. Mi madre tampoco disfrutaba de los reclamos que le hacía a su vez su madre. Todos relativos a nuestra falta de educación, falta de modales, falta de maneras, faltas, todas faltas. Pero no ir a su casa era exponer a mi madre al quejumbroso chantaje emocional al que la sometía por teléfono porque no le llevaba a las nietas de visita y no la visitaba. Desde un manido "es que ya no valgo nada para tí" hasta cualquier otra ridiculez impertinente del estilo.
Solía llorar a moco suelto cada vez que me colmaba los nervios y la escuchaba decir frases elogiosas de la manera en que se comportaba su perrito faldero, el caniche blanco que meneaba su cola cada vez que ella le hablaba y al que trataba con más amor que a nosotras, sus nietas.
Mientras, cada vez más fuerte me abrazaba Rigoberto que, con su afelpada voz, me decía que me quedara tranquila pues todo terminaría, que todo era pasajero. Y que no era asunto de mi camisa gris, sino del sitio en que estábamos.
Luego le achaqué la mala suerte a la chaqueta azul. Debía ser esa condenada chaquetita que se llevaba con ella mi suerte y la abrigaba en el perchero hasta que me iba de allí. Luego culpé a los zapatos rojos. Y las medias verdes que me parecían horribles pero quedaban hermosas con mi camisola verde con bordaditos azules.
Pero, con el tiempo, me dí cuenta que no era asunto de suerte. Ni de la ropa que usara. Rigoberto me lo dijo al oido un día, mientras lloraba yo otra vez: "es este sitio, no es cosa de suerte, es porque estamos aquí que terminamos llorando".
Claro, a Rigoberto no le hice caso inmediatamente. Una no puede hacerle caso así, a la ligera, a todo lo que oye, en boca de todo el mundo. Y tenía que tener alguna base sólida antes de parecer desquiciada que afirmaba que su oso de peluche decía tal o cual cosa. Puse a evaluación su teoría y allí me dí cuenta que él tenía razón. No podía ser por nada más sino porque estábamos allí. Precisamente allí. Precisamente porque era el sitio de ella. Mi abuela.
Esa mujer que yo había conocido como mi abuela, no podía ser la cosa más anti-abuela que uno se imaginara porque la imaginación mía era tan fértil entonces como son mis sueños de trabajar haciendo algo que me guste mucho, y por lo que encima me paguen una fortuna, ahora. Pero sí, mi abuela era un ser absolutamente anti-abuela.
Abigarrada, excesivamente perfumada, con rizos castaños prendidos con ganchitos casi invisibles para formar bucles perfectos, de sempiternas perlas, uñas largas de colores metalizados pálidos, cigarrillo con boquilla larga, zarcillos pequeñitos, con prendedores que sostenían recuerdos y no pañuelos, de pantalones hechos por ella misma "porque ninguno me ajusta bien" y que siempre terminaba ajustando con elásticas y alfileres a la cintura, mi abuela era un personaje kitsch. Seguramente ha de habérmelo parecido así en la época porque aún la recuerdo así. Y pellizcándome los regordetes cachetes que ostentaba entonces mientras exclamaba con su fétido aliento que ondeaba volutas de humo blanquecino hediondo a tabaco y trementina "¡Mira que cachetotes más grandes tienes! ¡A juego con tus ojos enormes! ¡Y cómo has crecidoooooo!"
De sus miles de manías recuerdo la de salir de la cama, lavarse la cara y, como autómata, empolvarse el rostro, marcarse los rizos a punta de ganchitos y, finalmente, bañarse del perfume que se rociaba con su bombonita manual. Siempre. Aunque sólo fuera para estar en casa. Amén de dejar la cartera en la misma silla del comedor. Y de ordenar, casi compulsivamente, sus lanas en la cestita de labores. Sin olvidar, tampoco, su colección de zapatos.
Pisar su casa era sinónimo de llantos para mí. Se nos vedaba el uso del balcón por riesgo a caernos del octavo piso, así como el sofá y las poltronas de la sala por ser de semicuero blanco y encontrarnos, mi hermana y yo, "sucias". Esa era la palabra para definirnos.
Tras pellizcarme los cachetes, solía despeinarme. Molesta, comenzaba a querer escaparme y empezaban los regaños: "no hagas así que me vas a rayar el parquet. Quítate los zapatos si vas a caminar por la casa. Será mejor que te sientes en esta silla. No, en el juego de sala no porque estás sucia de vaya Dios a saber qué te habrás tropezado por la vida. Deja eso. Sácata las manos de los bolsillos, las niñas lindas no esconden las manos. No, no me importa si traes juguetes en los bolsillos, allí no metes las manos en mi casa y punto. Déjate el cabello, no te sabes peinar. ¡Yo no te despeiné! ¡Deja de quejarte y no te toques más el cabello! No te sientes así, junta las piernas. No, no así, juntitas. No es mi problema si te duelen, deben quedar juntas en mi casa o te hago plantón en la mesa del comedor para que aprendas a mantenerte de pie y derechita con las piernas juntas. No me toques el cenicero que me lo vas a quebrar..."
Eran horas de gran tensión. Fueran dos o cinco, eran horas de gran tensión. Mi madre tampoco disfrutaba de los reclamos que le hacía a su vez su madre. Todos relativos a nuestra falta de educación, falta de modales, falta de maneras, faltas, todas faltas. Pero no ir a su casa era exponer a mi madre al quejumbroso chantaje emocional al que la sometía por teléfono porque no le llevaba a las nietas de visita y no la visitaba. Desde un manido "es que ya no valgo nada para tí" hasta cualquier otra ridiculez impertinente del estilo.
Solía llorar a moco suelto cada vez que me colmaba los nervios y la escuchaba decir frases elogiosas de la manera en que se comportaba su perrito faldero, el caniche blanco que meneaba su cola cada vez que ella le hablaba y al que trataba con más amor que a nosotras, sus nietas.
Mientras, cada vez más fuerte me abrazaba Rigoberto que, con su afelpada voz, me decía que me quedara tranquila pues todo terminaría, que todo era pasajero. Y que no era asunto de mi camisa gris, sino del sitio en que estábamos.
6 may 2010
Carta a tí que me dejaste aquí. Carta 4
Te quiero sacar a empellones de mi vida, mierda, y cada vez que lo intento, se me sale por los lados el sentir que aún te temo.
Temo que te me aparezcas materializado en "la próxima vez"...
Te escribo al borde de las horas. Con el borde de los párpados ardiéndome y molestándome. Con el cuerpo brotado de escamas y mi patética recuperación mellada.
Sí, mellada. Cada vez que viene a mí la ocasión de cortar con todo el pasado, con todo loq ue tú representaste, con todo lo que nos representamos en mi mente, zafo. Me amello. Me trabo. Me desaparezco.
Antes de qu eme alcancen, ya me he ido.
Me he vuelto la rebelde potranca del establo. Soy altiva, orgullosa, sé lo que valgo. Pero por la soberbia de mi primer jinete, que me maltrató, ahora deambulo por el corral a mis anchas y mis bríos, sin encontrar jinete que me dé la vuelta y de a pocos no sólo me eche la soga al cuello sino que me monte la silla.
Sí, soy una inquieta potranca de gran alzada, de fino linaje, de bellas crines, de claros ojos y enormes miedos. No sólo al fuego, no sólo a los perros en jauría, también al hombre que se aparece con un lazo, con una brida, con una silla. A cualquiera.
Y cada vez que creo que te he sacado de mi lista de miedos, te vuelves a manifestar.
Cada vez de forma más sutil, de formas más menudas. Pero te vuelves a manifestar.
Ahora te volviste escamas en mi piel. Mierda! Escamas. Como si fuera un animal con branquias!
Te escribo al borde de las horas y desde el centro de mi desesperación: enséñame el camino para deslastrarme de tí, carajo!
Porque sí, porque quiero vivir sin tanto peso. Porque me merezco ser otra vez el centro de atención para un jinete que se ilusione, que sienta que me merece, y que se ocupe de cuidarme, acicalarme, y alimentarme. Quiero ser parte grande de las felicidades de su vida y que él sea una de las grandes felicidades de la mía.
Y no puedo por tu peso, por tus indiferencias, por tus sonrisas, por tus abrazos, por tus cejas, por tu fragilidad para tantas cosas, por tu ira para con tantas otras, por tus ojos y tu desprecio.
Te aprecio por lo que no te odio. Te detesto por lo que nunca pensé que fueras. Te admiro por la simpleza con que horadaste tan profundamente en mi ser...
... y debería sorprenderme de conservarte, aún, tan dentro de mí.
Sé, oh genio de la lámpara, que sólo yo puedo liberarte. Ya probé con el arte, como Aladino con el trozo de tela. Ya probé con terapeutas, como otros probarón con los golpes a la lámpara de aceite. Pruebo con la escritura a ver si así, genio de todos mis pesares, sales de la lámpara y libre de toda condena te vas. Porque el único deseo que te voy a pedir será ese.
Tan pronto puedas, tan pronto quieras, hazme saber cómo sacarte d emi vida de una buena vez...
Temo que te me aparezcas materializado en "la próxima vez"...
Te escribo al borde de las horas. Con el borde de los párpados ardiéndome y molestándome. Con el cuerpo brotado de escamas y mi patética recuperación mellada.
Sí, mellada. Cada vez que viene a mí la ocasión de cortar con todo el pasado, con todo loq ue tú representaste, con todo lo que nos representamos en mi mente, zafo. Me amello. Me trabo. Me desaparezco.
Antes de qu eme alcancen, ya me he ido.
Me he vuelto la rebelde potranca del establo. Soy altiva, orgullosa, sé lo que valgo. Pero por la soberbia de mi primer jinete, que me maltrató, ahora deambulo por el corral a mis anchas y mis bríos, sin encontrar jinete que me dé la vuelta y de a pocos no sólo me eche la soga al cuello sino que me monte la silla.
Sí, soy una inquieta potranca de gran alzada, de fino linaje, de bellas crines, de claros ojos y enormes miedos. No sólo al fuego, no sólo a los perros en jauría, también al hombre que se aparece con un lazo, con una brida, con una silla. A cualquiera.
Y cada vez que creo que te he sacado de mi lista de miedos, te vuelves a manifestar.
Cada vez de forma más sutil, de formas más menudas. Pero te vuelves a manifestar.
Ahora te volviste escamas en mi piel. Mierda! Escamas. Como si fuera un animal con branquias!
Te escribo al borde de las horas y desde el centro de mi desesperación: enséñame el camino para deslastrarme de tí, carajo!
Porque sí, porque quiero vivir sin tanto peso. Porque me merezco ser otra vez el centro de atención para un jinete que se ilusione, que sienta que me merece, y que se ocupe de cuidarme, acicalarme, y alimentarme. Quiero ser parte grande de las felicidades de su vida y que él sea una de las grandes felicidades de la mía.
Y no puedo por tu peso, por tus indiferencias, por tus sonrisas, por tus abrazos, por tus cejas, por tu fragilidad para tantas cosas, por tu ira para con tantas otras, por tus ojos y tu desprecio.
Te aprecio por lo que no te odio. Te detesto por lo que nunca pensé que fueras. Te admiro por la simpleza con que horadaste tan profundamente en mi ser...
... y debería sorprenderme de conservarte, aún, tan dentro de mí.
Sé, oh genio de la lámpara, que sólo yo puedo liberarte. Ya probé con el arte, como Aladino con el trozo de tela. Ya probé con terapeutas, como otros probarón con los golpes a la lámpara de aceite. Pruebo con la escritura a ver si así, genio de todos mis pesares, sales de la lámpara y libre de toda condena te vas. Porque el único deseo que te voy a pedir será ese.
Tan pronto puedas, tan pronto quieras, hazme saber cómo sacarte d emi vida de una buena vez...
5 may 2010
Otra vez - Bis
Otra vez se levantó rápidamente de su cama y salió al encuentro de sus pasitos, que deambulaban por la estancia.
Bajó por las escaleras y, casi corriendo, abrió la puerta.
Se dirigió al patio, ahora sí corriendo, y se plantó en medio de las hortensias y las violetas.
Abrió los brazos y cerró los ojos, alzó su cara y miró al cielo mientras sonreía... Otra vez sonreía...
Se sacudió todas las tristezas y bailó dando vueltas sobre sí misma viendo al cielo con su alma, pues seguía con los ojos cerrados, sonriente y ligera.
En ese momento se encendieron unas luces que daban al porchecito de la casa y se oyó una voz que acompañaba la apertura de la puerta: "Otra vez, dónde estás?! Te vas a resfriar!"
Casi al unísono, Otra vez se detuvo y abrió los ojos y la boca mientras bajaba su rostro hasta quedar con los ojos fijos hacia la puerta. Sus manitas se cerraron despacio, hasta hacerse dos puños que, sin querer, se juntaron a la altura de su barbilla.
Otra vez se fue a la casa despacio, con la mirada escrutadora de un padre que la esperaba ansioso pero complacido de ver que nada, más que un severo daño a las hortensias y las violetas, había ocurrido.
Al menos en teoría.
Bajó por las escaleras y, casi corriendo, abrió la puerta.
Se dirigió al patio, ahora sí corriendo, y se plantó en medio de las hortensias y las violetas.
Abrió los brazos y cerró los ojos, alzó su cara y miró al cielo mientras sonreía... Otra vez sonreía...
Se sacudió todas las tristezas y bailó dando vueltas sobre sí misma viendo al cielo con su alma, pues seguía con los ojos cerrados, sonriente y ligera.
En ese momento se encendieron unas luces que daban al porchecito de la casa y se oyó una voz que acompañaba la apertura de la puerta: "Otra vez, dónde estás?! Te vas a resfriar!"
Casi al unísono, Otra vez se detuvo y abrió los ojos y la boca mientras bajaba su rostro hasta quedar con los ojos fijos hacia la puerta. Sus manitas se cerraron despacio, hasta hacerse dos puños que, sin querer, se juntaron a la altura de su barbilla.
Otra vez se fue a la casa despacio, con la mirada escrutadora de un padre que la esperaba ansioso pero complacido de ver que nada, más que un severo daño a las hortensias y las violetas, había ocurrido.
Al menos en teoría.
3 may 2010
Háblame quedito al oido
Háblame quedito al oido y cuéntame, como en un susurro, toda la historia de tu familia y tu país.
Cuéntame, como si fuera niña chica que adormeces con fábulas maravillosas, cómo fue la vida aquí, antes de que tú y yo nos conociéramos por primera vez.
Recítame con colores y píntame con sonidos las tierras mágicas de tantos chamanes y tantos guerreros.
Téjeme con palabras de tu lengua antigua, esa que hablábamos cuando éramos niños y aprendimos por primera vez a querernos, los albores de tu civilización.
Hílame en un tapiz los deslices de aquel aventurero abuelo de tu abuelo que, buscando fortuna, se lanzó a la aventura trascontinental.
Deletréame en tu media lengua, ya adormilada, los pasajes más pecaminosos de esa santa abuela de tu madre que hacía rosquillas y dulces manjares luego de ponerle los cuernos a tu abuelo con aquel mozalbete de sus amores mozos.
Anda, alfarero, tornea para mí relatos maravillosos y escenas alucinantes de los pasajes más relevantes de lo que fue tu país y tu familia antes de tí.
Haz de sabelotodo y, sin juicios ni sustos, arrúllame con vientos de polvoriento pasado, arrópame con mantas de reconciliaciones y treguas, alumbra la oscuridad de mi ignorancia con candelitas de costumbres que no son las mías.
Háblame, mi bien, quedito al oido y cuéntame, como en un susurro, toda la historia que te hizo ser así de bueno y bonito para mí.
(Escrito mientras oía a Lahsa en su canción "La Frontera"... tomada del Album "Women of Latin America" de la Colección Putumayo. Voz con camino, con historia, con polvo y luz... y sombra, y colores, y olor a especias y dulzores como pocas... me encanta oirla!)
Cuéntame, como si fuera niña chica que adormeces con fábulas maravillosas, cómo fue la vida aquí, antes de que tú y yo nos conociéramos por primera vez.
Recítame con colores y píntame con sonidos las tierras mágicas de tantos chamanes y tantos guerreros.
Téjeme con palabras de tu lengua antigua, esa que hablábamos cuando éramos niños y aprendimos por primera vez a querernos, los albores de tu civilización.
Hílame en un tapiz los deslices de aquel aventurero abuelo de tu abuelo que, buscando fortuna, se lanzó a la aventura trascontinental.
Deletréame en tu media lengua, ya adormilada, los pasajes más pecaminosos de esa santa abuela de tu madre que hacía rosquillas y dulces manjares luego de ponerle los cuernos a tu abuelo con aquel mozalbete de sus amores mozos.
Anda, alfarero, tornea para mí relatos maravillosos y escenas alucinantes de los pasajes más relevantes de lo que fue tu país y tu familia antes de tí.
Haz de sabelotodo y, sin juicios ni sustos, arrúllame con vientos de polvoriento pasado, arrópame con mantas de reconciliaciones y treguas, alumbra la oscuridad de mi ignorancia con candelitas de costumbres que no son las mías.
Háblame, mi bien, quedito al oido y cuéntame, como en un susurro, toda la historia que te hizo ser así de bueno y bonito para mí.
(Escrito mientras oía a Lahsa en su canción "La Frontera"... tomada del Album "Women of Latin America" de la Colección Putumayo. Voz con camino, con historia, con polvo y luz... y sombra, y colores, y olor a especias y dulzores como pocas... me encanta oirla!)
2 may 2010
Gracias al cielo
Hoy siento que debo de dar gracias por la brisa que sopla mi cara.
Ella sirve para aliviar mis calores tropicales.
Hoy siento que de nada vale quejarme por lo que no pueda resolver.
Ello está ahí sólo para mostrarme lo inteligente o hábil que soy.
Hoy siento que mi sensibilidad, que yo considero un defecto, es una maravilla.
Pues está para saber cuánto he evolucionado con respecto a otros que consideran "normal" el maltrato, la violencia, los abusos, los golpes, los vejámenes, el hambre, la pobreza, la horfandad, el rechazo y la hostilidad hacia cualquier forma de vida.
Cualquiera...
Absolutamente cualquiera...
... desde un niño...
... hasta un gatito callejero, sin madre, de menos de 2 meses de edad.
Y agradezco el infinito regalo del amor que hizo hoy que él tuviera la casa que se merece, sin un ápice más de dolor, sin un golpe más, sin un poquito más de hambre ni medio gramo más de frío aire en sus costillitas casi expuestas.
Esa casa grande, vasta y compasiva que alberga a todas las criaturas que poblamos la tierra... el cielo.
El mismo que me dió la hipersensibilidad inútil que me hace ver todo gramo de injusticia e inflamarme de rabia por no poder erradicarla toda junta, o en todos los seres humanos, para hacer de este planeta un sitio más benigno y respetuoso para todos.
Hoy siento que debo dar las gracias al cielo.
Está allí para recordarme lo mágico de cada sueño y el germen de la esperanza en cada hombre que veo.
Ella sirve para aliviar mis calores tropicales.
Hoy siento que de nada vale quejarme por lo que no pueda resolver.
Ello está ahí sólo para mostrarme lo inteligente o hábil que soy.
Hoy siento que mi sensibilidad, que yo considero un defecto, es una maravilla.
Pues está para saber cuánto he evolucionado con respecto a otros que consideran "normal" el maltrato, la violencia, los abusos, los golpes, los vejámenes, el hambre, la pobreza, la horfandad, el rechazo y la hostilidad hacia cualquier forma de vida.
Cualquiera...
Absolutamente cualquiera...
... desde un niño...
... hasta un gatito callejero, sin madre, de menos de 2 meses de edad.
Y agradezco el infinito regalo del amor que hizo hoy que él tuviera la casa que se merece, sin un ápice más de dolor, sin un golpe más, sin un poquito más de hambre ni medio gramo más de frío aire en sus costillitas casi expuestas.
Esa casa grande, vasta y compasiva que alberga a todas las criaturas que poblamos la tierra... el cielo.
El mismo que me dió la hipersensibilidad inútil que me hace ver todo gramo de injusticia e inflamarme de rabia por no poder erradicarla toda junta, o en todos los seres humanos, para hacer de este planeta un sitio más benigno y respetuoso para todos.
Hoy siento que debo dar las gracias al cielo.
Está allí para recordarme lo mágico de cada sueño y el germen de la esperanza en cada hombre que veo.
1 may 2010
Día del trabajador? Día de reflexión?
El delito más grande de la humanidad es el olvido...
El infierno más dantesco es el de la repetición....
Cuando, como sociedad, olvidamos lo que nos hace sentirnos dignamente humanos, estamos condenados a repetir los horrores del pasado, las miserias que otros nos habían evitado, los logros que dejamos de tener por darlos por sentado.
No se me clasifique en ninguna tendencia política, no soy gente que encaje bien en ningún cliché... o casi. Es sólo que hoy quiero agradecer a todos los que lograron todos los bienes y los derechos de los que gozo en mis tres trabajos.
Sí, tres carreras, tres trabajos. Así de simple es la vida mía.
Y tengo mucho que agradecer. De verdad. A muchos antes de mí y los que aún siguen haciendo por mí.
Pero, sobre todo, tengo que seguir luchando por lo que considero justo y que aún no logramos. No en mis áreas profesionales.
Así que, feliz día, hoy, a los que trabajan.
Y que siempre nos sea muy productiva la reflexión.
El infierno más dantesco es el de la repetición....
Cuando, como sociedad, olvidamos lo que nos hace sentirnos dignamente humanos, estamos condenados a repetir los horrores del pasado, las miserias que otros nos habían evitado, los logros que dejamos de tener por darlos por sentado.
No se me clasifique en ninguna tendencia política, no soy gente que encaje bien en ningún cliché... o casi. Es sólo que hoy quiero agradecer a todos los que lograron todos los bienes y los derechos de los que gozo en mis tres trabajos.
Sí, tres carreras, tres trabajos. Así de simple es la vida mía.
Y tengo mucho que agradecer. De verdad. A muchos antes de mí y los que aún siguen haciendo por mí.
Pero, sobre todo, tengo que seguir luchando por lo que considero justo y que aún no logramos. No en mis áreas profesionales.
Así que, feliz día, hoy, a los que trabajan.
Y que siempre nos sea muy productiva la reflexión.
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