27 feb 2012

Uno y otra: La artillería del diablo

Horas, llevaba esperándolo. Días. Casi años nuevamente. Sí, claro, desde que a Daniel lo nombraron jefe del departamento de fìsica de la universidad. Uy! Qué horror! Diez años ya? Como pasa el tiempo... Diez años sin verse!? Bueno, sí, en el funeral de la mujer de Rodrigo. Siempre hay excusas para no verse con los amigos, para aplazarse los afectos. Y, sin embargo, nunca aplazamos el último afecto, ese que no llegará al que más amábamos, sino a los que de más cerca lo rodearon en vida y no conocemos casi. Hay que hacerse tiempo...

¡Cuánto tiempo pasó ya?
Sólo 3 minutos desde que consultara su reloj por última vez. Definitivamente, el que espera, desespera. ¿Qué le habrá pasado? Sin embargo, ese era el cafe y la hora acordados. Esperaria 15 minutos más antes de llamarlo.

Sonaba ansioso cuando lo llamó para citarlo al café de la esquina de Montevideo con Paris. ¿Ansioso? Algo así. Pero no de emoción, sino como alterado, como quien tiene prisas o anda con angustias.
Ordenó otro café.
Y por fin llego Daniel.

Augusto le sonrió desde la mesa. Qué de tiempo tenían sin verse. Estaba más calvo. Bueno, él tenía más canas. Se le veían más hundido los ojos, ¿estaría durmiendo lo suficiente? Toca preguntar por su salud, al fin y al cabo, Augusto tiene un largo historial cardíaco en su familia.Qué frío hijo de puta hace y justo se me olvidó el abrigo en la oficina. Este legajo de papeles pesa como un matrimonio mal amarrado, con hijos y suegra incluidos! ¿Por dónde empiezo a contarle?

Abrazos efusivos. Augusto pide un café para Daniel. Aún se recuerdan los gustos. Hay cosas que no cambian con los años. Algunas palabras intercambiadas. Daniel se sienta mientras se deshace de unas carpetas que lleva en la mano, pegadas al pecho, a buen resguardo de cualquier tropezón. Sonríe y le dice a Augusto:

- Siéntate que te tengo una noticia que, sea como sea que te la tomes, no te dejará indiferente!
- Uy! ¿Te divorciaste?

Grandes risas. En su quinto matrimonio, Daniel había tenido la precaución de fijarse en algo más que su corazón.

-No, no... Raquel está de lo más amorosa. Y te mandó saludos. Preguntó que cuando vas por la casa. Te conoce de oidas, pero creo que ya se imagina que eres producto de mi imaginación.

Tras dos intentos fallidos adicionales, Augusto se rinde y le pide a Daniel que le cuente la noticia. Si no es un divorcio, un funeral o algo nuevo con su trabajo, lo que le falta oir es que Daniel cree en alguna religión. Y, siendo el tipo de ateo que es, la mera mención de la manifestación de algún tipo de credo en Daniel (más allá del de su propia persona) pondría a Augusto directo en la emergencia más cercana.

- Me encargaré de la artillería del diablo.
- Ajá... Explícate mejor: ¿tienes que hacerle la campaña al decano de la facultad?
- No, no. Nada de eso. Es literal: me encargaron la artillería del diablo.
- Okey. Antes de que yo empiece a imaginarme una sola cosa más, cuéntame a qué te refieres cuando hablas de "el diablo".
- Bueno, según los de tu religión, fue un angel conocido como Belcebú que tuvo la osadía de rebelarse contra Dios. Y como a tu barbudo Dios no le gusta la competencia desleal, lo desterró del Cielo. Y, claro, tú lo sabrás mejor que yo, ya que en el Cielo no lo querían y siempre fue un tipo con visión de negocios, se fue al subsuelo y abrió una sucursal propia que llamó "el Infierno". Dante Alighieri dijo que había 7 infiernos. Tan mal no le ha de haber ido.

Se creó un silencio que duró breves instantes. Augusto se quedó viendo fijamente a Daniel. Éste, sorbió de su taza de café.

- El diablo, diablo, entonces?
- El pata de cabras, el cachúo, el cuernudo, el señor de las tinieblas, Lucifer, él. El mismísimo.

Silencio total. Augusto permanecía con rostro demudado, expresión ausente. Brazos colgados. Daniel, en un intento por bromear, comentó:

-Yo te lo dije, que sin emoción no te ibas a quedar. Pero dime algo, carajo!

Balbuceando, Augusto respondió:

- ¿En qué consiste esa mentada artillería del diablo?. ¿Y por qué me lo cuentas a mí?. ¿Tengo que ayudarte?
- No. Tú eres hombre de fe. A tí no te pediría que participaras en esta cosa que acepté casi por curiosidad. Te lo cuento porque quiero que, si algo me llegara a pasar, puedas vivir tranquilo el resto de tus días pues tendrás documentos gráficos y escritos de todo lo que pienso hacer. Y podrás contárselo a la prensa y vivir de eso el resto de tus días. O sacar un libro. Lo que te sea más provechoso financieramente. El todo, en el caso que sobrevivas al exterminio que pretende el Diablo.
- ¿En qué consiste el plan? ¿Qué vas a hacer?
- De momento, todo está en estas carpetas que me traje para tí. El plan es exterminar a la humanidad. El tema es que quiere hacerlo sin provocar un reguero de sangre. No se me ocurrió nada mejor para exterminar a la humanidad que apuntarles al corazón y destruirles la capacidad de amar. Al no tener afecto por nada, hasta se matarían unos a otros. De hecho, creo que hasta el mismísimo Diablo se moriría de la rabia, sabiendo que él nada hizo por acabar con la especie humana pues ella misma se aniquiló. Y el creador de todo, fue un humano. Nada divino habrá tenido injerencia, como podrás observar.
- Pues entonces me sentaré a mirar todo lo que hagas. Yo creo en el libre albedrío que Dios nos puso en el corazón a todos. Hasta en tu libre albedrío creo y, en lo más profundo de mi ser, sigo anhelando que se te escape algún detalle, planificadamente, para no acabar con la humanidad entera con tu creación. No soportaría ver que por la pura curiosidad, tú solito acabes con la raza humana con un una creación que te inventaste.
- Ah! Mataron con la bomba de hidrógeno que, al fin y al cabo, no pretendía ser más que una fuente de energía alternativa. Han matado con aceite caliente vertido desde grandes ollas en los portones de las ciudades medievales. Si no nos mata el diablo, nos mataremos a nosotros mismos de la pura maldad que llevamos dentro.
- Insisto, creo en el libre albedrío. Con uno que se escape de sentir los efectos de tu creación, tenemos suficiente esperanza para que la humanidad no se extermine. Te voy a observar y voy a esperar que me anuncies cuando tengas lista la artillería. ¿Está claro?
- Clarísimo. De más está el decirte qu eesto es confidencial y que me podrían freir primero a mí por revelar los planes del Diablo, ¿no?
- Tranquilo. Nada diré. Especialmente porque me interesa comprobar mi teoría de la manera más idónea y justa posible: sin influenciar los resultados a mi favor.
- Perfecto. ¡Ves por qué tenía que verte a tí y a nadie más?

Augusto sonrió. Se terminaron de beber el café que tenían ante sí. Hablaron de política, del clima, de los hijos de ambos, de sus esposas. De todo y de nada. Rehicieron el mundo como cualquier otro par de mortales y, sin prisas, se despidieron. Acordaron, eso sí, hacer tiempo para verse más de dos veces por año. Porque la humanidad se salvaría, en eso estuvieron de acuerdo. Uno porque creía en el libre albedrío de la raza humana. El otro, por saberla tan tramposa y cobarde que, en el momento de tener que matar a otro, velaría por su propio pellejo y, por puro evitarse un daño a futuro, no mataría a nadie.

2 comentarios:

3rn3st0 dijo...

¡Aplaudo de pie! ¡Que buen te quedó, de pana muuuuuy bueno! ¡Excelente más bien!

Por un momento pensé que Augusto era peor que Daniel, en ningún momento se preocupó por él mismo o por los suyos... Luego me percato de su fe y eso es lo que le presta seguridad.

En cuanto a Daniel, psss... No sé, habla de curiosidad, pero no logro entender como es que acepta un empleo donde se destruirá a si mismo. ¿Tendrá eso que ver con ese afán autodestructivo del ser humano?

Me reí, eso si, me reí un mundo. La narrativa se te da de manera natural :-)

Lulu dijo...

Gracias, gracias, mi estimadísimo...
Daniel... Psss... los hay asì de arrogantes que, por puro ver si lo pueden realizar, aceptan cualquier encargo. Los hay que, como dices tú, tienen afan autodestructivo.

Si te cuento que el diablo se le metió en el carro, no bien se había sentado y lo había encendido para arrancar a su casa luego de trabajar, y lo amenazó, cola al cuello, con dejarlo vivo eternamente... se amilanó y decidió aceptar el encargo? Jajajajajajajajajajajaja...

gracias por compartir este rato y espacio conmigo. Voy a ver cómo hago para que, automáticamente, se vaya también a tu página y puedan leernos a ambos los ciber-lectores que tenemos!