16 sept 2010

Rugoso, suave, frío, duro/rígido, blando, tibio, fresco, crujiente, veloz, lento...

¿Cuántas veces al día reparamos en la textura de lo que tocamos o comemos? ¿O en su olor? ¿O en su sabor o temperatura?

Mi desayuno fue un sandwich y no me lo disfruté completamente porque se me enfrió más de lo que hubiera querido. Pero su costra me quedó en un punto donde el crujir no comprometió la suavidad de su miga. Además, la acidez del tomate ayudó a realzar el untuoso queso munster de su relleno.

El viento, mientras desayunaba, era fresco y suave. Y el sol, tibio y muy brillante.

Ahora manejo. El sol es más caliente. Me doy cuenta que mi volante es muy suave arriba y más rugoso abajo. Me gusta su textura en la que se notan algunas de las características táctiles originales del cuero que lo recubre, aunque el desgaste producido por los roces de las manos de sus tres dueños la hagan más suave.

Natalie Imbruglia, en mi reproductor de cd canta.

Y yo sé que el día será todo lo que yo quiera hacer de él. Porque estoy presente en mi presente y sabré mirar bien, pensar lo justo y escoger lo conveniente para cada momento.

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