30 nov 2009

Aquel pasado lejano

Mamá nunca supo decírmelo, pero ciertamente ese fue el mejor día de nuestras vidas.
Lo veo ahora, ya demasiado tarde, en perspectiva.

Eramos. No libres, no sometidos, no divididos, no juzgados, no vejados.Sólo éramos. Como fuera. Eramos. Seres. Humanos. Eramos.
Somos.

Ocurrieron tantas cosas.

Ví tantos horrores revelarse ante mis ojos.
Lloré externa e internamente tantos duelos que nadie más podría hacer porque no estaban ya vivos para hacerlos.

Silencié tantas maldiciones que no consideré suficientes para honrar las vidas perdidas...
... y que luego me parecieron indignas para honrar a tantas y tantas vidas perdidas.

Sufrí lo indecible por no poder contarlo desde mis ojos ni mis oidos, pero lo vivido por mí se magnificó para algunos y se atenuó hasta lo risible para otros que, simplemente, no lo percibieron.

Mi horror fue el horror de muchos. Mi horror fue una caricia, al lado de otros horrores. Mi horror fue el epíteto del horror, según la visual de otros.

Mi voz fue la justicia silente que muchos esperaban. Y fue la gentil cuna que mecía las angustias que se ahogaron en las gargantas de aquellos que gritaron hasta sus últimos latidos.

Mis manos se crisparon, se relajaron, volaron, coordinaron, dirigieron, escribieron, se extinguieron. Todo según mi boca relataba las angustias, los alivios, las estrategias, las ecuanimidades, las despedidas y los dolores de loa que estaban y los que se sentían estar pero se habían ido hacía mucho, mucho tiempo.

Fue nuestro mejor día. Fuimos, nos hicimos, nos sobrepusimos a nosotros mismos.
Hundimos los capítulos más oscuros de la historia de la humanidad moderna y creamos las bases éticas de una profesión que también nacía, oficialmente, en ese momento.

Renacimos como pueblo. Nos vapulearon. Nos aclamaron. Nos llevamos un pedacito de la justicia prendida al pecho. Nos llenamos de odio y nos colmamos de misericordia. Tratamos de ser justos pues sabíamos cuán horrible puede ser el orgullo vengativo.

En Nuremberg fui lo mejor de mí y lo peor también. Pasé por tantas emociones en tan corto tiempo. Y sé que envejecí prematuramente en mi interior, conservando intacto mi exterior treinteañero.

Ese fue el mejor día de nuestras vidas. Y estoy seguro que a mamá le hubiera gustado estar allí. Pero sólo estuvo en mi corazón porque, luego de montarme en aquel tren que me llevó a Francia, sólo tuve noticas de ella cuando intenté contactarla a mis dieciocho años.

Allí supe que había vivido el horror de la hoguera.
La misma del campo de concentración.

Oyendo "Comptine d'un autre été"

7 comentarios:

Lulu dijo...

Debo mi profesión a muchos curiosos que sintieron que necesitaron dealguien que los hiciera entenderse con alguien más.

Ya los Mayas conocieron a los intérpretes cuando llegaron los españoles.

Muchas historias se tejen en torno a la interpretación. Pero, oficialmente, se reglamentó en los Juicios de Nuremberg.

Allí surgió el "principio ético" que permite que un intérprete se abstenga, si así lo desea, por aspectos políticos, religiosos, morales o emocionales, de hacer tal o cual interpretación, para tal o cual circunstancia.

En mi cortísima pero gozosa vida profesional me he recordado siempre que sólo soy un punte para salvar brechas. Y, a veces, según la relación que establezca con el interlocutor, he servido también de lazarillo en un mundo que, culturalmente, le resulta exótico.

He visto tanos horrores, he oido tantos dolores. Me han contado tantas ampulosidades, he sabido de tantos pactos groseros. He llevado y traido sólo el mensaje que me han confiado. He ayudado a calmar desesperanzas...

... y siempre que unimos, enlazamos y comprendemos, sé que estamos superándonos como especie.

Ser´apor esto último, y no otra cosa, que tengo esa vieja manía de oponerme a las guerras, de quere hacer valer los derechos de todos, de pelear contra las injusticias y de tender la mano, si puedo, a quien creo que puedo ayudar.

Yo NO SOY Cindy Crawford!! dijo...

Fuck... qué fuerte.

Lulu dijo...

Miss You, not the Crawford one:

Tranqui. No es mi historia, como sabrás. Pero me puse en los pies de un intérprete judío de los que, ciertamente, participaron en esos juicios, los de Nüremberg.

Y ni siquiera tenía por qué ser judío: hubo tanto preso político en los campos de concentración que murió por razones ideológicas...

... que a mis 7 años conocí a uno. Un ser bueno como un pan, sencillo como un prado y clarísimo como un sol.

No pregunté en el momento el por qué del número tatuado en el brazo. Alguna cosa en mi cabeza dijo que no era el momento. Mi papá me respondió breve y completamente la pregunta "es el número que le asignaron cuando estuvo preso en un campo de concentración.

A mis siete años, también, una amiga de mamá, intérprete y traductora, oficiando para el presidente de la época en mi país, se ocupaba de drenar el dolor que nunca la abandonó, a sus ya 55-60 años de edad, tras haber perdido un hermano en la Guerra de las Malvinas.

Alguna razón hace que me tropiece con gente que, por alguna razón, conoce de la Segunda Guerra Mundial.

Y, finalmente, por la razón que sea, la literatura en primera persona desde la óptica de los presos de campos de concentración, llega a mis manos por regalos, por envíos, y hasta por canjes de libros.

Siento que son tantos dolores no curados, tantas lágrimas no vertidas, que cada vez que oigo de "guerras" o "armamento" me da rabia.

Me llena de coraje la absoluta indefensión e impotencia que siento pues, de antojársele a un soberbio desalmado, todo un país, un grupo de paise so un continente, o dos... termina envuelto en un manto de llanto, pesar y luto.

Y fuck, sí, mi profesión es ayudar a quien no puede comunicarse. Pero no sé si será porque en mi vida pasada no tuve la ocasión de hablar a favor de alguien a quien pude salvarle la vida...

Un besote! :D

DINOBAT dijo...

Interesante...renacer siempre es una opción, viable o no...

Anónimo dijo...

todo esto que cuentas es muy triste... escucho historias de la segunda guerra mundial y no deja de sorprenderme el horror y la miseria de la mente tan enferma de unos cuantos solapados por uno solo... mientras personas como tu sigan compartiendo estas historias... esa gente no se olvidara...
un enorme abrazo Lulú que estes muy bien
=D

DINOBAT dijo...

Increíble...hay razones, siempre hay razones...descubrir?

marichuy dijo...

Lulú

Tu texto es tan hermoso y conmovedor, pese a la dureza que encarna. Es tan cierto, tras una especie de exorcismo de sus demonios y miedos, uno puede ser, con diferencia de minutos, ser lo mejor y lo peor de sí mismo

Tuve un déjà vu, aunque más que a Nuremberg -hermosa ciudad, pese al recuerdo duro- me regresó a un pueblito en Austria, muy cerca (apenas cruzando el Danubio) de la Abadía de Melk. Ahí visitamos unos hornos crematorios, uff una experiencia devastadora.

Y entonces vino esa música de Yann Tiersen, como para aplacar el tormento, como para sanar, así sea un poquito, nuestras almas.

Un abrazo