17 oct 2009

La niña Lorenza

Nunca había amado a los hombres risueños. Tampoco a los quejumbrosos. Menos aún a los amargados. Sólo había gustado de los melancólicos de corazón, tristes de mirada, de andariegos sueños y firmes pies.

Así que cuando lo vio frente a sus ojos almendra y a un brazo de distancia de sus manos de marfil, a Lorenza no se le ocurrió más que pensar que había tomado la mejor decisión de su vida: casarse con ese nervioso hombre de gestos rápidos, pena eterna y brazos de hierro.

Era una pena externa lo de él, y eso lo sabía ella. Habría bastado, así afirmaban sus labios de pecado en abierto contraste con sus rizos de almendro, con observar el fuego que lanzaban sus ojos de cielo cuando hablaban con ella.

Y fueron felices y se juraron amor eterno bajo el arco de flores que había en el patio de la vetusta y mohosa casa de las tías de ella. Ese mismo patio en donde Lorenza y su hermana habían buscado, por años, mangos de bocado que no hubieran sido picoteados por los pájaros ni roídos por los perros pues estaba prohibido que las niñas subieran a los árboles para saciar sus antojos de mangos en las calurosas tardes de la prolífica infancia de ambas. Ese mismo patio que había explorado con él, a escondidas, buscando sosegar los antojos de sus tiernas y juveniles inquietudes emocionales.

Había tenido ella el buen tino de guardarse un sólo sitio a salvo de las caricias, lamidas y olfateadas de él por sus carnes, cinceladas por algún ebanista celeste. Y fue en la noche de bodas cuando decidió dárselo, como prueba de su casto y puro amor, a aquel hombre que no le quitó la virginidad pero la hizo pura en la lujuria fogosa de ese hambre que los hacía querer devorarse de a poquitos.

Así, con un poco de picardía y bastante descaro, Lorenza tuvo buen cuidado de soltar sus rizos luego de la ceremonia que los había unido en tierra, y según el padre Rodrigo hasta en el cielo, antes de iniciar aquel ritual que ellos conocían bien y que los exorcizaba de todo rasgo infantil, y los purificaba de cualquier rigidez adulta, para convertirlos en dos hermosos y vitales adolescentes.

Sólo al final, cuando él reposaba sus manos gentiles y arrogantes en el juguetón vientre de ella, y ella recostaba su nudosa espalda en el latido del corazón de él, que ella decidió recoger, de golpe, en un moño, sus cabellos.

Fue así como allí, al alcance de su boca y al pie de su nariz, se plantó la discreta pero soberbia nuca de Lorenza. Esa que ella había reservado celosamente para esa noche donde le entregaría su amor eterno al hombre de fuego callado y pena infinita que ella juró amar desde que lo conoció bajo aquel peral. Esa misma nuca que, según él afirmaba siempre, era el reservorio del perfume más hechizante y caprichoso de las hechiceras y caprichosas criaturas que son las mujeres.

Esa nuca donde la lógica de él latió con ese corazón que se le inflamaba de amor en el pecho y que le susurraba al oido que su vida ante la ausencia temporal o parcial de Lorenza, no podría ser igual.
En ese momento él entendió que su vida había quedado amarrada a las risas, ideas, locuras, ocurrencias, llantenes, cada mes de por medio y cuando así le provocara a ella, y los bailes y brincos de la impúdica y jocosa niña Lorenza.

Y sólo esbozó una sonrisa mientras la acercó más a su pecho.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Lulú!
eso de quemarse la ganas en abonos... es un embrujo para ambas partes, no crees?
muy bella historia y el final es único... "entendió aue su vida había quedado amarrada a las ideas, risas..."
abrazos
=D

Lulu dijo...

Ana:
Uh! quemarse las ganas en abonos? Jum! no sé si entendí bien... Me explicas? :(

Abrazos a tí! :D

Yo NO SOY Cindy Crawford!! dijo...

Qué suerte la de esa Lorenza...

Voy a comprar un peral a ver si aunque sea ahí encuentro uno que valga la pena...

O bien... se lo tiro por la cabeza.

Y que le duela...

XD

Lulu dijo...

Miss Cin, the never Crawford one:
Juajuajuajuajuajua...
Cómo me gustó lo de tirarle el peral por la cabeza.

Si le contara, si le contara...
Es que esa niña Lorenza era un caso serio!!

Un abrazo enorme! :D

Anónimo dijo...

como te lo explicare... es como cuando calientas el boiler y no te bañas...
:S

Lulu dijo...

Ana:
Jajajaja!! perfectamente entendido!!
Qué desperdicio, más que un embrujo, en efecto!!! Jajajajajaja...

Antiecológico, antinatura, ilógico...

Jajajajajaja...
Qué buena manera de explicarlo que encontraste!!!

:D