1 abr 2009

Oler

Querido,

Por medio de la presente le pretendo confesar lo que en persona no me atrevo a hacer. Sepa usted disponer de estas letras como bien pueda y como mejor quiera. Yo no puedo disponer de mis locuras y arrebatos por más tiempo y he decidido, así, hacer a un lado a mi muy ecuánime pero ya agotada sensatez para dar paso a mi irrefrenable bestia interior.

Su presencia me atrae y su mirada me produce toda suerte de pensamientos. Pero la ridícula suerte de mis caprichos ha querido que en esta oportunidad sea mi nariz la que se arrobe en su presencia. Es así como me veo en la penuria de confesarle mis ganas irredimibles de olfatearlo.

Olerlo, impregnarme el alma con su fragancia a algodón y agua de miel, llenarme toda hasta convulsionar de sólo percibir su olor. Me entran unas ganas locas de asomarme por debajo de su estatura, encima del cuello de su camisa y olerlo hasta que sus cabellos me revelen su esencia primigenia, aquella que se escapa al mundo que lo rodea. Y luego, con sumo cuidado, desabrochar el cuello de su impecable camisa para poder revelar el olor que nace allí de su pecho, debajo de sus vellos, encima de su corazón. Ese olor que me arropa la nariz cuando tiernamente me abraza para evitar las pestilencias de momentos y gestos que usted considera soeces para mí.

Quiero embriagarme con los infinitos cambios de su olor mientras voy recogiendo con mi nariz, palmo a palmo, por todo su cuerpo, todos los posibles registros y tesituras de su perfume más personal, aquel que se esconde debajo de su agua de colonia, ese que orla los puños de sus camisas, que impregna su espalda, que se agita en sus muslos y se suaviza al descender por sus tobillos.

Quiero, finalmente, que usted se deje llevar por la sutil caricia, por la imperceptible fiereza de mi curiosa nariz, que sienta el cálido aliento que de ella emane cuando deseche los nuevos olores, ya aprendidos, y la ligerísima succión que sus vellos experimenten mientras ella aceche y localice los nuevos olores. Quiero que el vago roce de mis cabellos le parezca una experiencia molesta porque mi nariz estará haciendo que su corazón palpite más apresuradamente y que mi minucioso recorrido despierte en usted esa bestia interior que ya no sé acallar en mí...

... el todo con la vaga esperanza de que su corazón no me juzgue como un ser abyecto y despreciable, sino que me siga considerando como ese ser cuya naturaleza curiosa hace que vaya por las sendas maravillosas y sublimes de las ciencias humanas con pasión y naturalidad.

Quiero, simplemente, que sea usted como le provoque ser mientras yo soy como me está provocando ser con usted.

Sinceramente...

L.

3 comentarios:

Daniel Miracolo dijo...

Ah, no... si usted cuando sale como patada, sale como patada... nada de hacerse la timorata.
besos mi cielo.

Lulu dijo...

Jajajajajajaja...

Y sí, me dediqué a explorar lo que se podía hacer con una nariz y un amante. Menos mal que voy con un elemento cada vez y por partes, no? jajajajajajajaja....

el secreto de monalisa dijo...

Una de las cosas que me agrada de un hombre es el olor... es uno de mis requisitos, excelente verso, Lulu