Tarde de crêpes dulces y vinos con los amigos.
Dulces. Yo no sé quién inventó lo de crêpes saladas... eso es sacrílego.
Dulces. Muy dulces...
Crêpes con moras y azúcar. Con moras, azúcar y chocolate. Con helado de mantecado, moras, azúcar, salsa de chocolate y trocitos de banano. Con fresas. Con fresas y helado de mantecado. Con fresas, helado de mantecado y salsa de chocolate. La casi lujuriosa fue la de fresas, helado de mantecado, trocitos de banano, salsa de chocolate y un toquecito imperceptible de licor de naranja.
Más dulces aún: con nectarinas o manzanas y helado de mantecado o no, con crema o no, con licor de naranja o no, con salsa de chocolate o no y todas las opciones anteriores o sólo algunas de ellas.
Crêpes dulces, pues. Yo no sé quién fue el sacrílego hereje que inventó lo de crêpes saladas...
La cocina se perfumó con el olor de la salsa de chocolate, los invitados, descalzos, cuidaron que nada cayera al piso, el vino aligeró la espera y regó con amena y buena conversa tanto las crêpes como su sobremesa. Fueron casi 7 horas de risas, charlas, crêpes, salsa de chocolate, recetas, catarsis emocionales y psicológicas y hasta taller recreativo donde salió a pasear el niño interno de más de uno...
Y la salsa de chocolate... Qué mal vicio que es el chocolate!! Y yo que me puedo dar el lujo de tener la facilidad de saber hacer una salsa de chocolate rete-buena, escuela belga de por medio. Habrán sobrado algunas fresas y moras que escondí "por si acaso"... pero con la salsa de chocolate no hice ningún tipo de ahorros y hasta me sobró un fondo de 2 dedos en la cacerola donde la preparé. Cada "un, dos, por antojo", paso y meto el dedo en el espeso chocolate fundido... ¡Es que es demasiada tentación hasta para los que no somos dulceros ni tenemos ningún tipo de debilidad por los azúcares!
¡Carrizos! Qué buenos que fueron los aztecas, qué generosa fue la hospitalidad de Moctezuma, qué deliciosamente mañosos que fueron los españoles y los franceses que lo mezclaron con leche y azúcar, qué sabios que fueron los suizos para mezclarlo con frutitas y nueces y que rejodidos que fueron los belgas, que consiguieron rellenarlos con pastas, cremas, licores y frutas emborrachadas para hacer sus célebres pralinés...
Y qué pecaminosa que fue la naturaleza al darnos el regalo de tener cacao "fino y de aroma" en este país al que no sabemos darle ni media bola. Grano que, según consta en el "Museo del chocolate" (juro que vale la pena hasta la visita virtual del museo en línea... es que no hay desperdicio en ese site!!!) en Brujas, Bélgica, "cualquier chocolate que se precie de ser bueno ha de contener al menos un 10% del grano"...
Ah!! ¡¡Qué mal vicio que es el chocolate!! Pero qué bueno que resulta para el espíritu y el alma...
No hay comentarios:
Publicar un comentario