19 mar 2012

Uno y otra: Alas rotas

A la soberbia juvenil del juguetón icaro, le puso fin el calor del sol. Su imprudencia le costó la vida y su padre, doliente, llamó a la tierra cercana a adonde murió Icaria, en su honor. ¿Se creyó semidios o simplemente se entusiasmó demasiado con su nueva condición etérea? Nunca lo sabremos. Lo que sí sabemos fue que su imprudencia lo hizo desobedecer a su padre y lo hizo volar demasiado alto como para que el calor del sol pudiese fundir la cera con la que el buen Dédalo había juntado las plumas que les permitirían salir de la prisión en que se hallaban.

¿Habría sido idéntico el resultado si se hubieran roto las alas? Quizás con sus alas rotas, Icaro hubiera podido llegar un poco más lejos, más hacia la orilla, y bracear unos pocos metros. Quizás. Y, posiblemente, tras semejante experiencia, hubiera ganado sabiduría, hubiera sabido apreciar más los consejos de su sabio padre. De los sabios, en general. Quizás hubiera tenido que sobrellevar un eterno grillete de reproches: "porque nunca se me va a olvidar cuando veníamos huyendo de Creta y se te dió por hacer piruetas elevándote de más al cielo... te salvaste porque se rompieron las alas justo en ese sitio y no más arriba o más allá... con todo y que te lo advertí! Pero claro, es que tú eres así... ".

Quizás.

Nunca sabremos si con alas rotas, Icaro hubiera llegado a Sicilia como Dédalo. Tampoco sabremos si el resultado hubiera sido el mismo. Sólo sabemos que el joven Icaro se vió triunfante antes de haber completado el viaje y, en su euforia, desoyó toda conseja. Ahora que lo planteo así, la situación me hace pensar tanto en el hexagrama 4 como en el 64 del I-ching.

Alas rotas. Lecciones de vida que nos cuestan todo, simplemente por creernos triunfantes antes de consolidar el último paso. Vuelvo a pensar y se me ocurre que es injusto juzgar a la vida y decir que es dura. "Decidimos sólos y sin lamentaciones", decía el filósofo Jean Paul Sartre.

Que cada arranque de triunfalismo, falsa modestia, victoria pre-clara y vuelo final, nos hagan pensar un poco antes de lanzarnos a celebrar lo que creemos seguro. Quizás así nuestro trabajo tenga mucho sentido. En todo sentido. Y llegue a buen término, pertinentemente.







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